miércoles, 9 de noviembre de 2011

Una historia BRUTAL: El jugador que amaba al fútbol más que a sí mismo

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A Johann Cruyff le encantaba un chaval llamado Sergi López, creía que podía ser el líbero del gran Barça que crearía después. Las lesiones evitaron que lo fuera, aunque el fútbol le dio una Copa y una Recopa en las filas del Zaragoza. Amaba tanto el deporte que era su profesión que durante los partidos que no jugaba, se subía a la grada, de incógnito, a animar y cantar sin parar. Su pasión por las gradas le llevó a
Argentina. Hoy se cumplen cinco años de que un tipo excepcional decidió quitarse de en medio.

Cuenta José Antonio Martín 'Petón' en su último libro, 'El fútbol tiene música', cómo Xavi Aguado le relató haciendo el Camino de Santiago la historia de Sergi López. En la famosa final de la Recopa de 1995 entre el Zaragoza y el Arsenal, Víctor Fernández dio los descartes: entre ellos estaba López, a quien las lesiones nunca permitieron desarrollar su fútbol en profesionales. Dice 'Petón', que ha sido futbolista y conoce a unos pocos, que cuando no te convocan es humano dejar de interesarte en lo que pasa del equipo. "Incluso una derrota no te viene mal",señala . Va en la naturaleza de los profesionales.

No en Sergi, que, según le dijeron que no iba a estar ni en el banquillo en el partido de su vida, empezó a animar a todos, a gritar, y sorteó controles de seguridad hasta irse a la grada donde estaban los aficionados del equipo. Allí agarró un megáfono y se puso a animar. En la grada vio el mítico gol de Nayim y la sentada de David Seaman.

No era la primera vez que lo hacía: no se cuentan con los dedos de las dos manos las veces que, de incógnito, se subía a la grada de La Romareda, a veces oculto con una peluca, a animar. Le gustaban más las gradas que el césped.

Al comienzo de su carrera, Johan Cruyff vio en él al que podía ser el líbero del gran Barça que luego formaría. No pudo ser: en un entrenamiento indoor, jugando al baloncesto, se destozó la rodilla al intentar hacer un mate y nunca volvió a ser el mismo. Se retiró a los 28 años en el Gavá de Tercera, tras militar en el Barça, el Zaragoza y el Mallorca.

Y como loco de la animación, Sergi López estaba enamorado de Argentina. Siendo jugador en activo pedía que le mandaran cada semana una cinta con el programa televisivo 'El Aguante', y programaba sus vacaciones en base al calendario de los mejores partidos argentinos: se le vio en las gradas de un Boca - River, un Racing-Independiente o un Tigre-Chacarita. Todos lo reconocían porque iba con su bufanda del Barça.

Tras su muerte, en foros de Internet aparecieron testimonios de hinchas que lo habían visto en las canchas de los equipos más diminutos del país: en la del Argentinos de Quilmes (actualmente en quinta división) o en la de Excursionistas (de cuarta). Se hizo hincha de River Plate.

En Argentina conoció a una mujer a la que también amó, y tuvo un hijo. Pero no funcionó. Un cuatro de noviembre de 2006, hoy hace cinco años, lo atropelló un tren en su Granollers natal. Su hermano Gerard, que jugó en el Barça o en el Valencia, jugaba en ese momento un partido con el Mónaco. Cuando acabó, se enteró de la muerte de su hermano. "Según los indicios, Sergi, que tenía 39 años, se lanzó a la vía [...] Sufría graves problemas personales y había estado en tratamiento psiquiátrico. Recientemente se había separado y vivía en Argentina", escribía 'El Páis' al día siguiente. Sin cumplir los 40 se acabó la historia del tipo que quiso al fútbol, a todo lo que representa el fútbol, más que a sí mismo.

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