miércoles, 30 de abril de 2008

Omar Narváez vs IVÁN POZO


`Iván Pozo está obligado a demostrar a su gente que quiere ser campeón. Pero yo voy a salir a enseñar a todos quién es el campeón del mundo´. Así de confiado suena el argentino Omar ‘Huracán’ Narváez, campeón mundial del peso mosca, que pone su título en juego ante el púgil vigués, en una velada patrocinada por `interviú´.


El combate entre Omar Narváez e Iván Pozo por el campeonato mundial del peso mosca ha sido considerado por los expertos el más interesante de los programados para este año en España. La velada se celebrará en el pabellón municipal de As Travesas de Vigo el viernes 9 de mayo, tras posponerse la fecha prevista originalmente, el 14 de abril, porque el campeón mundial sufrió un esguince en su mano izquierda. “En un guanteo sentí molestias. Era un esguince. Estuve parado 12 días sin golpear, pero continué con el resto del entrenamiento con normalidad. Lo único que no hice fue golpear con esa mano”, explica el campeón.

Otra vez el estigma de una lesión en ese puño del argentino, el que más disgustos le ha dado y, sin embargo, su arma más poderosa para demoler adversarios. Incluso en 2005 tuvo un accidente de moto y se fracturó la muñeca izquierda. “Me operaron –recuerda– y me pusieron un clavo en la muñeca. A los 45 días lo quitaron. Algunos periodistas dicen que aún tengo el clavo allí, pero no es así. Si lo tuviera, no podría pelear”.

Ahora el número uno de los boxeadores de 50 kilos asegura que ha recuperado toda su plenitud y la mejor forma: “Ya llevo varias semanas haciendo guantes con la izquierda y no he tenido problemas para nada. Para este combate estoy preparado al cien por cien. Vengo entrenando desde hace mucho tiempo. Seis horas diarias en tres sesiones, mañana tarde y noche”.

El trabajo y la disciplina acompañan desde su infancia a este descendiente de gallegos. Nació en Trelew, ciudad de la Patagonia, donde los pobladores están curtidos en la vida por la geografía inhóspita y los vientos inclementes que barren la meseta austral. “Desde niño, el fútbol y el boxeo eran mis deportes preferidos –reconoce–. A los 8 años ya jugaba en un equipo de fútbol importante de Trelew. Muy pronto conocí lo que es entrenar duro y jugar en equipo. Después, la pasión por el boxeo fue creciendo hasta que finalmente decidí volcarme totalmente en los guantes”.

Con 17 años pisó un cuadrilátero por primera vez como aficionado y enseguida destacó en su categoría. En 1996, Argentina lo envió con su equipo nacional a los Juegos Olímpicos de Atlanta (Estados Unidos), y en 2000, a los de Sydney (Australia). Entre medias, participó en los Juegos Panamericanos de 1999 y obtuvo la medalla de oro. Un año más tarde debutó en el circuito profesional y con apenas once peleas se alzó con el entorchado mundial al vencer por puntos al nicaragüense Adonis Rivas, en combate disputado el 13 de julio de 2002 en Buenos Aires.

Quienes siguen su carrera aseguran que a veces el campeón suele embravecerse a tal punto que avisa al contrincante los golpes que va a asestarle. “Es mi forma de boxear, tengo mi propio estilo –se justifica–. Quizá desde la platea puede parecer que yo increpo al rival, pero no es así. Algunos periodistas han escrito que digo cosas como «ahí va la derecha» o «toma ésta». Pero no es verdad, es un invento”.

Narváez muestra una exitosa campaña de púgil imbatido desde que arrancó como profesional, con una estadística apabullante: 26 peleas ganadas, 16 de ellas por KO, y dos nulos. Ya ha defendido su corona de peso mosca en 12 oportunidades y por eso los entendidos lo conceptúan como uno de los campeones mundiales más sólidos de la actualidad. Con tamaño historial entre las cuerdas, parece haber ganado con justicia el apodo de Huracán con que los aficionados honran su fiereza.

“Yo no soy una persona engreída porque sea el campeón –asegura Narváez–. Respeto a todos los rivales por igual. Sea el número uno o sea el número quince. Trabajo con la misma responsabilidad para enfrentarme a todos, y aún más cuando me toca ir de visitante, como en este caso a España”. No es supersticioso y no le importa que el duelo con Pozo lleve el número de la mala suerte: “Soy una persona positiva. Yo creo que la buena suerte se busca, se trabaja, y si esta vez me tocara ir mal es parte de la vida, no porque sea mi defensa número 13 del campeonato”.

Parece consciente de que a sus 32 años, y ya superado el ecuador de su etapa profesional, no será un paseo vérselas con el púgil gallego. Medita y se toma unos segundos para hablar de su retador: “A Pozo lo vengo estudiando desde hace tiempo. Visioné varias filmaciones de peleas suyas. Me parece un rival importante. Un muchacho joven con mucho ímpetu y muchas ganas. Está obligado a demostrar a su gente que quiere ser campeón. Pero yo voy a salir a enseñar a todos quién es el campeón del mundo”.

Sobre las virtudes de su contendiente opina que “está muy bien dotado y aparentemente tiene una excelente preparación física. Siempre se presenta bien a los combates. Me gusta cómo pelea y va a ser un combate muy lindo. Pozo tira muchos golpes, tiene buena combinación y trata de presionar en todo momento. Creo que ese estilo le viene bien a mi boxeo. A él lo respeto como a todo boxeador, y nada más. Todo se resuelve en el cuadrilátero”. Le preguntamos si le tiene miedo a Pozo y responde de inmediato. “No, nunca jamás. ¿Cómo voy a tener miedo? Si tuviera miedo, no podría pelear”.

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